Una noche de Octubre, en el barrio de
Coghlan, cuando Ramiro cenaba y miraba el informativo, en el comedor de su casa,
empezó a escuchar voces. Le pareció raro porque su calle suele ser bastante
tranquila, entonces decidió echar un vistazo por la ventana y vio a un grupo de
hombres bajando un cuadro de un auto.
Se quedó mirando un buen rato porque
era una pintura bastante grande y llamativa. De repente uno de los hombres lo vio
y Ramiro se alejó de la ventana y volvió a mirar el informativo. Lo asombró una
noticia sobre un robo de un cuadro en la misma zona donde él vivía y notó que
era muy parecido al que acababa de ver.
Decidió llamar a la policía porque
pensó que era muy posible que fuera el cuadro robado, la luz se cortó y cuando se
dirigió hacia la ventana para verificar que el corte no haya sido solo en su
casa, se dio cuenta de que la ventana estaba rota y la puerta abierta. Se asomó
y vio el auto de los traficantes pero no a ellos. En ese momento comenzó a
escuchar ruidos raros que provenían del piso de arriba donde se encontraba su
habitación y no dudó un segundo en que ya no se encontraba solo en su casa.
Decidió echar un vistazo, y al subir cuidadosamente la escalera, pisó un escalón
flojo. El ruido hizo que ellos lo miraran y comenzaran a perseguirlo.
Ramiro salió inmediatamente de su
casa; corrió dos cuadras hasta que logró esconderse tras un contenedor de
basura y pudo observar cómo los hombres que lo estaban buscando, se subían a un
auto para agilizar su persecución. En ese momento se metió a una peatonal para mezclarse
entre las demás personas, se paró frente a un negocio de ropa masculina y
después de unos minutos, por el reflejo del cristal, pudo observar cómo se
bajaban del auto y lo buscaban con la mirada. Después de un buen rato, cuando
finalmente se fueron, fue a hacer la denuncia y volvió a su casa como de
costumbre. Mientras abría la puerta, una voz a su espalda le dijo que estaba
perdido, que nunca debió volver. Al darse vuelta, los hombres quedaron
perplejos al ver que no era quien esperaban. En cuestión de segundos quedaron
rodeados por varios patrulleros y policías. Ramiro miraba conforme desde la
esquina.